Si estáis dándole vueltas a decantaros por contratar un pintor en Barcelona o echaros a la moda del DIY (do it yourself, hazlo tú mismo), os voy a contar mi experiencia sacando el gotelé de las paredes de mi casa para que juzguéis por vosotros mismos.
El primer presupuesto que pedí para hacer este trabajo para un piso de unos 80 metros cuadrados era de unos tres mil euros, algo que me pareció realmente caro, por lo que me dejé comer la cabeza por todos esos amigos que me decían que lo hiciese yo, que era muy fácil. Escuché anécdotas de todo tipo de gente que se había pintado la casa en un tiempo récord y que le había quedado con si aquello fuera el palacio real.
Desengañaos. Como dicen por ahí: zapatero a tus zapatos. Cuando a uno le pagan por hacer una cosa es porque realmente sabe hacerla. Si fuese un trabajo que pudiésemos dejar en manos de cualquiera no valdría un duro.
Después de enterarme de cómo se quitaba el gotelé de las paredes o se tapaba, que me parecía la opción más fácil, me di cuenta que ni yo misma será capaz de hacerlo ni con la ayuda de nadie. Así que para salir del paso, haciendo caso a todos esos supuestos manitas que tenía a mi alrededor en las conversaciones del trabajo, decidí comprar un bote de pintura, unos rodillos, papel para tapar y cinta de carrocero…
El resultado lo podéis imaginar… Un dinero tirado. Me tiré toda una santa tarde para empapelar la única habitación de que tenía vacía de muebles, por lo que no debía de costarme mucho hacer aquello. Pues lo cierto es que después de tapar y cubrir puertas, persianas, ventanas, rodapiés, suelos, enchufes, etc., estaba más que cansada. Pero aun así seguí todos los pasos que había leído en internet. Y entonces debía empezar por pintar el techo para luego no manchar las paredes…
Amigos, hay que tener incluso experiencia para saber cómo de mojado debemos levantar el rodillo para pintar el techo. De no ser así, os pasará lo que a mí, o no lleváis pintura suficiente u os sobra y acaba sobre vuestro pelo (ahora ya sé por qué los pintores suelen llevar una gorra o un pañuelo en la cabeza).
No cejé en mi empeño y pinté todo el techo. Pero mi aventura se acabó ahí. Al día siguiente me levanté de la cama cansada pero dispuesta a atacar a las paredes cuando me di cuenta de que el techo de la habitación tenía marcados todos los trazos de mi pintura.
En resumidas cuentas, no es fácil. Cansa mucho. Y hay que saber hacerlo. He ahorrado un poco, me he dejado de tonterías, y he contratado a un buen grupo de pintores de la empresa Mi Pintor, en Barcelona. Aquí me ajustaron al máximo el presupuesto y no hay color con lo que hago yo y lo que hacen ellos.
Llevan unos días trabajando en mi casa y se nota que saben lo que hacen. Han empezado moviendo los muebles de un cuarto a otro para vaciarlo, tapan el suelo como hay que hacerlo en lugar de echar unos plastiquitos sobre los muebles porque pesan mucho para moverlos yo sola, y se han puesto a lijar la gota, a echar pasta para taparla después, y una vez esta seca vuelven a darle otra mano de pasta que no se queden grietas. Después de esto todavía la lijan a mano con unas esponjas y con una lámpara para ir viendo al detalle todas las imperfecciones de la pared y el techo. Hago un inciso: ¿seríais capaces de aguantar el ritmo de subir y bajar la escalera y pasar la lija a una sola pared o al techo con el brazo siempre levantado? Pues ahí tenéis la respuesta de por qué contratamos a profesionales.
Después de esto pintan las paredes consiguiendo, en mi caso, un difícil tono de gris. Y además lo han hecho sin manchar, con todo el cuidado del mundo y mucho esmero. Han sacado hasta los radiadores para pintar y sacar la gota de detrás, cosa que los pintores de los anteriores dueños del piso no habían hecho, ya que incluso por detrás de algunos muebles la pared tenía un tono blanco mientras el resto de la habitación estaba pintado en amarillo.
En definitiva, quien sabe puede hacer un verdadero trabajo de calidad, y no es nuestro caso, por mucho empeño que pongamos.