En Santa Pola, como en el resto del país, la mayoría de negocios que operan en el mercado pertenecen a la categoría de pequeñas y medianas empresas. Es decir, empresas con una plantilla inferior a los 50 empleados, muy ligadas a una organización familiar y muy enfocadas a las necesidades de una serie de clientes limitados, si bien, asimismo, con una gran flexibilidad en su estructura y su orientación. Son empresas, por tanto, muchas veces afectadas por limitaciones presupuestarias y estructurales que provoca que, erróneamente, no se planteen adquirir servicios externos que pueden resultar muy útiles para su desarrollo comercial, como los asesores. La provincia de Alicante goza de numerosos despachos de asesores como, por ejemplo, Nexum Asesores, especializados en el asesoramiento global de empresas y comprometidos con el desarrollo empresarial de sus clientes por medio de la asesoría seria y eficaz en parcelas como la fiscalidad, la contabilidad, la asesoría laboral, la asesoría mercantil y la asesoría legal.
Como nos referíamos anteriormente, los despachos de asesores comprenden y conocen las necesidades de estas predominantes pequeñas y medianas empresas y, en consecuencia, desarrollan una serie de medidas ajustadas a su compleja realidad, lo que comporta una inestimable ayuda para el florecimiento económico de la pyme dentro de este mercado español marcado por la crisis, la saturación y la competitividad exacerbada. De este modo, desde la asesoría de Alicante Nexum Asesores prevén una línea de asesoramiento especialmente enfocada a las exigencias y preocupaciones que, habitualmente, conciernen a la empresa familiar. En primer lugar, cabe determinar que los grandes problemas que por lo general se ciernen sobre las empresas familiares se refieren a asuntos como la continuidad, la estructura organizativa, los conflictos internos entre familiares o con terceros, el nivel de profesionalización de la empresa y su posible pérdida de competitividad.
La empresa familiar, constituida frecuentemente por la iniciativa particular de un emprendedor que, más tarde, ejerce de dueño y gerente –e incluso pater familias-, suele encontrar problemas a la hora de encontrar un sucesor en el ‘poder’ que iguale en interés y grado de compromiso a su antecesor en el cargo, situación inevitable por consecuencia de la naturaleza –enfermedad, vejez, fallecimiento-. En paralelo, también es moneda común la falta de evolución en la estructura organizativa de la empresa, que se mantiene incólume ligada a esa figura providencial del fundador. El supuesto no tiene por qué implicar efectos negativos si la empresa se mantiene fielmente apegada a la demanda concreta que le da carta de naturaleza. Sin embargo, las complicaciones hacen acto de aparición en cuanto se experimenta un crecimiento inesperado en la demanda, que exige en correspondencia la remodelación organizativa para adaptar la producción de bienes o servicios a este contexto novedoso. De igual manera, el nivel de profesionalización de la empresa ha de ajustarse a las necesidades competitivas del segmento económico en el que se desarrolla la actividad en cuestión. Las empresas familiares acostumbran a encontrar en el mismo seno de la familia a los improvisados gestores y directivos de la misma, factor que significa que en la mayoría de casos se contará con un importante respaldo de confianza y fidelidad entre ellos. No obstante, como se puede intuir, ésta elección puede implicar por otro lado que sus conocimientos respecto a la tarea con la que les toca lidiar quizás no sean los más adecuados. En paralelo, esta serie de inconvenientes puede despertar un clima de trabajo en absoluto favorable para los intereses de la entidad, ya que las normas internas de una familia no deben regir la actividad empresarial del negocio. No son la misma cosa, por mucho que en ambas se hallen interesadas las mismas personas. Esta contradicción elemental pero en demasiadas ocasiones no respetada, deriva en peligros como al dejación de responsabilidades, el incumplimiento de funciones, los conflictos de intereses, una mala gestión de las relaciones entre familiares parte de la empresa y trabajadores que no formen parte de este parentesco, etcétera. En definitiva, todo este abanico de contrariedades redunda en una nefasta conclusión: la pérdida de competitividad de la empresa familiar dentro de un entorno cambiante y complejo. De hecho, la alta mortandad de la empresa familiar suele estar estrechamente vinculada con dos cuestiones básicas: la fiscalidad asociada de la transmisión de la empresa a los herederos y la falta de planificación de la sucesión con una previsión suficiente y realista.
Es ahí cuando la pequeña y mediana empresa encuentra en el asesor profesional un punto de apoyo ineludible para corregir los desvíos existentes en la entidad y reconducir a ésta hacia el éxito económico deseado. La claridad, el rigor, la profundidad en el estudio y el análisis de las debilidades y fortalezas, la planificación y el desarrollo de estrategias efectivas y los conocimientos técnicos en áreas que requieren una elevada formación y especialización –las citadas fiscalidad, contabilidad, derecho laboral, asesoría mercantil y asesoría legal- son las virtudes y ventajas que justifican el trabajo de un equipo de asesores externo. Un recurso de indudable rentabilidad a través del cual dotar a la empresa familiar de herramientas necesarias para la planificación de la sucesión, la transformación de la persona jurídica de la empresa, la reestructuración empresarial, el conocimiento y la obtención de las ventajas fiscales contempladas para las empresas familiares, la composición de órganos de gobierno sólidos y la preparación del protocolo familiar, como acuerdo que delimite el marco de desarrollo, las reglas de actuación y las relaciones entre la empresa familiar y sus propietarios.